Hace calor. Es verano, así que no es tan raro, lo sé. Pero hace calor y me derrito. Pero no pasa nada, porque mañana es mi último día de curro antes de irme de vacaciones al Norte. No, no al otro lado del Muro, pero algo por el estilo. Baste decir que hoy las temperaturas máximas han sido de 40 grados por Madrid pero de 21 en el sitio al que me marcho. Mola.
Antes de irme, os dejo un par de reflexiones veraniegas. El año pasado también las hice, y fueron perezosas, lánguidas y no planeadas ni editadas. Me puse a escribir sin pensar demasiado, como estoy haciendo ahora.
Cuando llega el verano, me dejo llevar por la pereza. Antes de que me dé cuenta, el verano habrá terminado, o por lo menos lo habrán hecho las tres semanas que me piro lejos de todo. Hasta entonces no haré planes, no terminaré proyectos, no me preocuparé del tiempo. Es posible que incluso me olvide del móvil (aunque estamos tan enganchados que, bueno, ya se verá).
Desde hace varios veranos, mi maleta consiste en ropa, una tablet llena de PDF de rol y un eBook lleno de novelas. Tengo rol y novelas para leer de aquí a la jubilación, pero solo me dará tiempo a leer tres o cuatro libros, a lo sumo.
O puede que solo uno, porque he comenzado a leer Chuubo's Marvelous Wish-Granting Engine, un juego de rol de casi 600 páginas escrito por la autora de Nobilis. Llevo algo más de 50 páginas (casi un 10% del libro) y aún no tengo ni la más remota idea de cómo se juega. Ni idea. Creo que es un juego sobre evolución personal a partir de distintos retos que no tienen por qué ser marciales (aprender a cocinar es un reto en este juego, igual que parece que lo es convertirse en un gigante semidivino). Pero digo que solo lo creo porque no me estoy enterando mucho de cómo se estructuran las partidas en este juego. Me encuentro perdido en un mar de conceptos extraños y estructuras semánticas mareantes, pero, de algún modo, no me rindo. Me da la impresión de que leer este libro es como soñar que lees un libro: sueñas que entiendes lo que lees, pero en realidad... no. A ver si cuando llegue al final todo se desvanece como un espejismo o en realidad todo encaja, como un puzzle sideral. Veremos.
Me piro al norte con la familia y no tengo planes. Tengo ganas de conducir un par de cientos de kilómetros. Cada vez que viajo en coche y paso por un pueblo que no conozco y me cruzo siquiera un instante con las vidas de otros hombres, me imagino lo que habría sido nacer en otro lugar. Sé que no habría sido quien soy, pero me pregunto si habría sido parecido. ¿Habría jugado al rol si me hubiera criado en Burgos? ¿Habría comprado por primera vez en Guinea Hobbies si fuera bilbaíno? ¿Sería informático y habría terminado viviendo en Madrid? No lo sé, y no me importa no saberlo. Mi vida es la que es y, si quiero vivir otras vidas, puedo hacerlo mental, soñadoramente. Me conformo con eso.
Si pudiera elegir donde vivir, lo haría en una isla. Una isla tropical, con palmeras, cocos y piratas. O una isla del Egeo, con casas blancas, pescadores y templos antiguos en ruinas, con las sombras de los dioses y los héroes convocadas en las noches de luna para hablar de sus pasadas glorias. Hasta una isla del atlántico, con su faro antiguo, su mansión encantada y sus tormentas. Ah, cómo me gustaría viajar de una isla a otra, pero hay pocas cosas que me resulten más aterradoras que el mar.
Como ya he hecho antes, os dejo un fragmento de un cuento de Lord Dunsany; uno de mis relatos favoritos, que en mi corazón está íntimamente ligado al verano.
Pronto levamos anclas y navegamos nuevamente, y una vez más alcanzamos el centro del río. Y ahora el sol se estaba moviendo hacia las alturas, y allí en el Río Yann nos alcanzó la melodía de aquellas innumerables miríadas de coros que lo acompañan en su progreso alrededor del mundo. Pues las pequeñas criaturas de muchas piernas habían extendido fácilmente sus diáfanas alas en el aire, como un hombre reposa sus codos en un balcón, y daban jubilosas y ceremoniales alabanzas al sol; o se movían juntas en el aire oscilando en ágiles e intrincadas danzas; o se desviaban para evitar la arremetida de alguna gota de agua sacudida por el viento desde una orquídea de la jungla, templando el aire e impulsándola delante de ellas, mientras se precipitaba zumbando, en su prisa, sobre la tierra; sin embargo, todo el tiempo cantaban triunfalmente. "Porque el día es para nosotras", decían, "sea que nuestro gran y sagrado padre, el Sol, cree más vida como nosotras desde las marismas, o sea que el mundo termine esta noche". Y allí cantaban todas aquellas notas conocidas por oídos humanos, así como aquellas mucho más numerosas notas que jamás han sido escuchadas por el hombre.
Yo las empiezo mañana! 😁
ResponderEliminarQue tengas unas relajantes y evocadoras vacaciones 😊
¡Gracias! Sí que han sido relajantes ;)
Eliminar¡¡Buen viaje, maese!!
ResponderEliminarNo creo que mis vacaciones puedan ser tan plácidas y libres de estrés como las tuyas, pero se intentará, se intentará.
Mis rutas estivales habitualmente son autovías de doble carril, que hacen muy difícil alejarse mentalmente de la civilización... por lo que al final conducir no deja de ser un trámite tedioso de varias horas de duración.
Sin embargo, recientemente me he visto en un viaje largo por carretera nacional (como las de antaño) y por un paraje desconocido para mí. Y aunque lo de conducir seguía siendo un rollo (nunca me identificaré con aquel anuncio de coches) sí que me fue más fácil abstraerme. Pero mis reflexiones no fueron en el sentido de "cómo habría sido mi vida en este pueblecillo que se divisa en la loma" sino más bien en "cómo sería si ahora dejáramos Madrid y nos viniéramos a vivir aquí, en mitad de este hexágono". O lo chungo que debía ser hacer ese mismo viaje a pie o en carromato en según qué épocas. O que desde luego las distancias de encuentros en los hexágonos castellanos habría que multiplicarlos por 100.
En fin, lo dicho, ¡pasadlo todo lo bien que podáis y nos vemos a la vuelta!
¡Gracias! Han sido unas vacaciones muy relajantes y libres de estrés. Hemos visto cuevas, hemos bajado a la playa, ¡hasta hemos hecho un Escape Room en familia!
EliminarYo también he pensado en cómo sería vivir en otro sitio. Si lo hiciera, creo que me iría al Norte. Todo ese verde me encanta.
¡Felices vacaciones!
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
Eliminar"...no tengo ni la más remota idea de cómo se juega. Ni idea."
ResponderEliminar"...no me estoy enterando mucho de cómo se estructuran las partidas en este juego. Me encuentro perdido en un mar de conceptos extraños y estructuras semánticas mareantes, pero, de algún modo, no me rindo."
Ah, pues ¡bienvenido a mi mundo!
xD xD xD
EliminarMúdate a Canarias, tenemos palmeras, cocos, faros, bosques encantados, ruinas antiguas y piratas (que aquí llamamos corruptos).
ResponderEliminarTambién hay mucho rol, que siempre ayuda. ;)
Es muy tentador, pero es que me da pereza cambiarme de curro (es una mierda, pero me he acostumbrado)
EliminarDisfruta de las vacaciones, Carlos. Y que tus días de ocio en el país que sea (aunque no pase el Yann por allí) te permitan descifrar los engranajes de Chuubo...
ResponderEliminarMuchas gracias. Y oye, sí que he averiguado cómo funciona lo de Chuubo (me he tenido que leer el básico y el suplemento, que conste).
Eliminar¡Felices vacaciones! Yo este año no me las cogeré. No tengo nada interesante que hacer o a dónde ir, así que prefiero quedarme trabajando.
ResponderEliminarEs curioso. A mí me gusta el mar, pese a que estuve apunto de ahogarme cuando era pequeño. Tampoco me da miedo, pero odio los barcos. Los detesto profundamente. Me he bañado en mitad del piélago, (y doy fe de que el agua está bien fría), he hecho submarino y piragüismo, pero no puedo con los barcos.
En resumen: Islas paradisíacas, bien. Barcos mal.
Diossss... yo me iría de vacaciones aunque solo fuera para tocarme las pelotas en mi casa. Pero oye, te respeto.
EliminarIslas bien, barcos mal. Sí, me cuadra :D.
Correcto, si no tiene pista de aterrizaje para helicópteros, en esa isla ha de haber caníbales.
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