Ayer estuve viendo con la familia una película navideña. Era tarde y no nos apetecía poner una película de más de dos horas (el estándar actual), así que optamos por ver El Diario de Greg: Atrapados en la nieve, que se queda en una mucha más razonable hora y media escasa de película. En mi casa tengo fama de Grinch, porque no me gustan nada estas fiestas, pero a ver, soy capaz de ver una película sobre el tema si está entretenida ;).
Y la cuestión es que sí, está bastante bien. Debe ser la segunda película que veo de este personaje, Greg, pero mis hijos sí que se han visto más y han leído los libros en los que está basada. No es ñoña en absoluto y se deja ver sin necesidad de conocer demasiado al protagonista y sus circunstancias. Eso sí, si aún no le habéis dicho a vuestros hijos LA VERDAD sobre Papa Noel y los Reyes Magos, evitad esta película, porque os van a hacer preguntas incómodas, me temo.
Casi al final de la película hay un momento en el que Greg y su colega se ponen a cavar en la nieve con dos palas y terminan limpiando casi por completo una zona de aparcamiento los dos solos. Y ahí me sacaron por completo de la película. Básicamente, porque yo he limpiado nieve con una pala cuando cayó la Filomena en Madrid y ya os digo que imposible que dos críos se limpien todo lo que se limpiaron esos chicos en lo que la peli nos da a entender que fue una hora o así. A ver, no era la primera incoherencia que veía, pero esa me dolió especialmente porque sabía que no era posible. Porque la había sufrido en mis carnes. Y no es un detalle menor, sino que es importante para la trama que despejen todo eso. ¿No pensaron los guionistas en que era totalmente inverosímil?
A ver. Es una película para niños y no tiene mayor importancia. Se disfruta igual pasando eso por alto, incluso si uno de mis hijos dijo en su momento «ala, es imposible que se hayan limpiado todo eso». Porque lo dijo, pero siguió viendo la peli y al final dijo que había estado bien.
En toda la ficción que consumimos, sea por el medio que sea, hay incoherencias, fallos y cosas que sabemos que no podrían suceder en el mundo real. No me refiero a que haya naves espaciales o fantasmas, sino cosas más sutiles. Por ejemplo, con mi chico el mediano suelo ver series de Star Wars de animación, como Rebels o La Remesa Mala y lo que a mí me molesta no es que las naves hagan ruido por el espacio (igual en esa galaxia muy, muy lejana, resulta que hay éter entre los planetas...) sino cuando un protagonista pega un salto que es imposible de pegar o cuando se cae por un tercer piso y se levanta al instante frotándose un poco la cabeza y venga, a matar imperiales, que aquí no ha pasado nada. Lo asumes y sigues adelante, pero cuando has pegado un salto cochinero en clase de gimnasia y ves que no llegas ni a un par de metros por encima tuyo o cuando has saltado desde lo alto de una escalera y casi te descoyuntas, esas cosas te sacan un poco de la realidad. Mi hijo se ríe ya cuando le digo «¿ese se tendría que haber roto las piernas al caer desde ahí, no?», y me responde con frases como «que sííí, papááá». Por el momento creo que se toma con humor mi humor, aunque no descarto que en unos años me meta en una residencia de la Comunidad de Madrid, a no ser que deje de fastidiarle sus ficciones.
Recuerdo haber leído en una ocasión a una persona dedicada al cine que decía que la gente de su pueblo, cuando veía películas del Oeste, de las de indios y vaqueros, se quejaban sobre todo de que un caballo no haría las cosas que hacían los caballos en esas películas. No sé a qué se referían, porque tampoco sé nada sobre caballos, pero a ellos les jodía la suspensión de la incredulidad porque en su caso sí que sabían del comportamiento de esos animales. A mí me pasa también cuando veo cosas que se supone que hacen los informáticos del cine.
Es comprensible, no todo el mundo sabe de todo, ni puedes tener a un ejército de expertos en todo tipo de actividades para confirmar que lo que estás haciendo en tu ficción es coherente. Igual una superproducción de cine si puede pagar a esos expertos, pero un escritor que está solo con su página en blanco lo tiene más difícil, por ejemplo.
Me acuerdo también de una anécdota al respecto: después de que Larry Niven escribiera Mundo Anillo. El rasgo más famoso de esa novela es que transcurre en una estructura gigantesca que sería como si pusiéramos un anillo alrededor del sol y viviéramos en su superficie interior. La escala es brutalmente grande. La novela se hizo muy famosa y ganó los premios Hugo y Nébula en 1971. Posteriormente, en las ferias del género, algunos aficionados insistían en las charlas en que el Mundo Anillo era inestable y que no podía mantenerse en su órbita alrededor de su estrella sin precipitarse sobre ella tarde o temprano. En fin, ya sabéis, los aficionados a la ciencia ficción de los 70 eran todos una panda de frikis listillos. Pero Niven hizo de la necesidad virtud y en un libro posterior, Ingenieros del Mundo Anillo, publicado en 1980, explicó el mecanismo por el cual el Mundo Anillo mantenía su estabilidad a lo largo de los milenios. De hecho, es una parte muy importante de la trama de esa segunda novela.
La cuestión importante, el meollo de aquello que os quiero comentar con esta entrada, es que toda obra de ficción, por muy realista que trate de ser, hará aguas por algún sitio. Puede que sea porque el protagonista sobreviva a una explosión nuclear metido en un frigorífico o porque sobreviva a algo tan mundano como caer desde un tercer piso y se levante como si nada. Puede ser porque los soldados medievales de tu peli se lancen los unos sobre los otros corriendo y rompiendo filas, perdiendo toda la ventaja que un muro de escudos proporciona en el combate o porque tu investigador privado abra una puerta del siglo XXI dándole una vuelta a una horquilla por el ojo de su cerradura. Y a medida que hagas más compleja y más alejada de la realidad tu ficción, más sencillo será que cometas errores, porque la realidad tiene la característica de ser tremendamente coherente, y tremendamente compleja. Las cosas que suceden en el mundo real no se doblegan a las necesidades de la historia, ni pasan porque sean más molonas o espectaculares. Suceden siguiendo los dictados implacables de la física, la química y la causalidad. Y aunque la ciencia ha avanzado muchísimo, hay un montón de cosas que suceden y no sabemos por qué suceden.
Cuando creamos juegos de rol, estamos simulando la realidad. Una realidad, al menos, parecida a la nuestra. Tratamos de que sea verosímil (es decir, con apariencia de verdadero) y coherente, pero inevitablemente hará aguas por algún lado, porque la realidad siempre será más compleja y más coherente que nuestra fantasía. Incluso si nuestro juego no incorpora ningún elemento sobrenatural que no exista en el mundo real, como por ejemplo en un juego sobre espías o soldados, o una juego sobre comedias románticas, cometeremos errores. Porque la gente ya comete errores de juicio en el mundo real, incluso cuando es un profesional de lo suyo.
A lo que podemos aspirar es a documentarnos bien sobre aquello de lo que va a tratar nuestra obra. Quizá sea cierto que solo se debería escribir sobre lo que se conoce. Pero es difícil conocer algo cuando, por ejemplo, introduces la magia o una tecnología futura (por muy plausible que sea) en tus relatos. De hecho, muchas obras de fantasía o ciencia ficción tratan precisamente sobre cómo sería la sociedad si existiera la posibilidad de lanzar bolas de fuego con un par de palabras mágicas o si existiera una tecnología para teletransportarse de modo instantáneo a cualquier lugar del mundo. En el caso de las bolas de fuego a lo mejor se trataría como con la invención de los cañones, pero no dejaría de ser un simple símil. En el caso de la tecnología, ¿alguien pensaba cómo cambiaría el mundo después de que todo humano del planeta llevara en su bolsillo un teléfono móvil conectado a internet como llevamos ahora? ¿O cómo los drones han cambiado el modo de hacer la guerra? La especulación e interesante, pero nada sobrepasa el test de la realidad. El mundo siempre es más complejo y más terriblemente coherente al aplicar las consecuencias de nuestros actos que cualquier ficción que podamos crear.
Esto no quiere decir que tengamos que dejar de crear ficción. La ficción es imaginación, y la imaginación nos anima a pensar en cómo podrían ser las cosas, tanto para bien como para mal. Nos permite soñar con mundos distintos y especular sobre lo que está mal en el nuestro y querríamos cambiar. O con lo que está bien y querríamos mantener. Las ficciones de Navidad pueden tratar sobre seres sobrenaturales que promueven el bien o sobre cómo metemos la pata pero, si nos esforzamos, podemos llegar a tener una capacidad de redención. Cuando la intención es buena y la ejecución mantiene unos mínimos de coherencia y verosimilitud, las pequeñas (o grandes) incoherencias y saltos de fe se perdonan. Al fin y al cabo, la realidad siempre está ahí fuera, esperándonos, cuando hemos terminado de soñar.
Saludetes,
Carlos
P.D.: ¿Qué elementos habituales en la ficción os sacan de quicio a vosotros? A mí, las cargas absurdas a toda velocidad de los guerreros medievales, por ejemplo.
Trataré de no tomarme esto como un ataque personal (porque, obviamente, todo lo que se escribe en la interné habla sobre y se dirige directamente a mí) :p
ResponderEliminarA mi primero que me suele sacar de la ficción acostumbran a ser las generalizaciones absolutas (principalmente cuando se trata de cuestiones socio culturales)
El tema de la violencia y sus consecuencias (ya sean golpes, caídas, y heridas letales que escenas más tardes se convierten en rasguños) también tiende a resultarme cada vez más inverosímil (lo que ya no sé es si es cosa de la edad o porque por culpa de la técnica cada vez se vuelve todo más exagerado).
No te lo tomes como algo personal, Javier xD. Como ya he dicho, las pequeñas incoherencias se perdonan si de verdad uno se ha esforzado y, simplemente, no sabe de todo.
EliminarSobre las generalizaciones absurdas en circunstancias socio culturales, a mí me gusta mucho un detalle de la cultura de los orlanthis de Glorantha: para ellos "All" quiere decir "80%". Es decir, asumen que en una conversación decir "todos los hombres del clan son impulsivos" significa en realidad "el 80% de los hombres del clan son impulsivos". Me pareció un detalle muy chulo que fuera una sociedad en la que no existen los absolutos, y que fueran conscientes de ello.
Sobre la violencia de golpes, caídas y heridas que luego no tienen muchas consecuencias creo que tiene la culpa el cine, que en su afán por resultar espectacular llega a ser inverosímil. Me atrevería a decir que las pelis de superhéroes también han tenido su parte de culpa, porque ahora resulta que cualquier héroe de acción es casi un superhéroe. Pero sospecho que la tendencia viene de antes.
A mí, las incoherencias sanitarias. Me estoy leyendo los cómics de The Walking Dead y en un mundo sin agua corriente y cadáveres andantes putrefactos (que no terminan de pudrirse, por cierto, después de años al aire libre) la gente sobrevive a toda clase de heridas muy macarras sin una puta infección.
ResponderEliminarAquí se ve claramente el sesgo profesional de cada uno xD. Mira que yo, siempre que pienso en los futuros post-apocalípticos, tengo claro que lo que echaríamos de menos más iban a ser los antibióticos, la morfina, las vacunas, la insulina... pero sí, los antibióticos para no morirse de un martillazo mal dado en el dedo o de un rasguñito que te hagas con una zarza... eso sí que lo íbamos a sentir.
EliminarCada uno barre para casa...
EliminarEs que a medida que avanza la historia y hay que inventarse problemas (los zombis aburren) ves amputaciones y tiros en la cabeza con una supervivencia del 100% y sólo "porque tienen un médico". Yo hago cosas de esas en unas instalaciones con electricidad, asepsia y personal cualificado y ves auténticos estropicios. Y no te digo cosas de las guerras de toda la vida como la disentería o lis piojos que aquí brillan por su ausencia...
Cuando estoy de worldbuilding intento justificar "de qué vive la gente" porque esas naciones de malotes que viven para la guerra algo tienen que comer...
Sí, sobre las heridas, las infecciones y las enfermedades no sabemos demasiado en este mundo de antibióticos y vacunas. Espero que nunca tengamos que averiguar lo que es vivir sin ellos....
EliminarY sobre lo de que incluso las naciones que solo hacen la guerra, siempre me gusta el ejemplo de Tolkien, que estableció claramente que todo lo que rodeaba al mar de Nurn eran tierras de cultivo para alimentar a la máquina de guerra de Sauron. Tolkien se tomaba en serio lo de la creación de mundos ;).
Por ponerme quisquilloso, siempre me ha fastidiado el absoluto desprecio por la vida que muestran los protagonistas de tantas series y películas al ignorar el uso de yelmos y cascos -me refiero a las películas de ambientación medieval o pdeudomedieval-. La idea de que hay que mostrar bien y en todo momento el rostro del actor o la actriz, así que, en el mejor de los casos, si lleva uno lo pierde en el primer embate. Eso cuando se molesta en llevar uno. Puede ser un detalle menor, pero me desquicia aún más que esos golpes que hacen volar al prota una docena de metros antes de estamparlo contra una pared con el único efecto de aturdirle ligeramente.
ResponderEliminarUna variante del casco que estorba la cara del prota es el casco de astronauta que debe iluminar perfectamente la cara de la persona en lugar de lo que tiene delante. Que sí, que hay que verle la cara a los protagonistas de nuestras ficciones pero en algunos casos eso lo único que consigue es que no veas una mierda y te deslumbre.
EliminarLo de estamparse en la pared y levantarte simplemente aturdido a mí también me desquicia. Es que no sirve para nada, a estas alturas del cuento no es ni espectacular.
Para mí, lo peor es el hacker mágico que tarda menos en localizar y acceder a archivos confidenciales del gobierno de lo que se tarda en teclear el nombre de ese archivo. No tengo mucha idea de informática, pero sé lo que tardo en abrir un archivo online con usuario y contraseña ¡y eso sabiendo dónde está! XD.
ResponderEliminarJejejeje, y si encima tuviera que buscar el archivo en un teléfono android, ya ni te cuento; ahí es imposible saber dónde coño se guardan las cosas xD
EliminarCarlos ha dicho: "¿Qué elementos habituales en la ficción os sacan de quicio a vosotros?" Tira un dado de póquer:
ResponderEliminar(7) Cuando en una película histórica (medieval, de romanos, de mosqueteros) los masillas van enlutados de pies a cabeza, tal como si volvieran de una convención de "cosplayers" de Batman. Peor aún es que los buenos **también** vayan de negro. Y lo más malo es si todo el mundo viste del mismo marrón mierda-de-perro.
(8) Cuando en un tiroteo los héroes disparan sin apuntar, no recargan el arma y no buscan cobertura.
(J) Por el contrario, cuando alguien amartilla la escopeta porque sí, para dárselas de malote.
(Q) Cuando los alienígenas dominan "nuestro idioma" como si tal cosa.
(K) Cuando todo dios se expresa en un perfecto castellano con dicción de Salamanca, aunque la acción transcurra en Andalucía ("Curro Giménez") o Galicia ("Los gozos y las sombras").
(A) Cuando la policía lee sus derechos al detenido.
(Z) abre el sobre amarillo
(Z) El sobre amarillo contiene unos pocos billetes del Monopoly y una página del libro de notas del Emperador anonimous.
ResponderEliminarLa nota dice:
"EL ARTE DE LA FICCIÓN se basa en persuadir a la audiencia de que que algo no que no se ha producido es posible (más aún, inevitable) que suceda:
- definir un microcosmos regido por leyes propias (que pueden coincidir o no con las del mundo real).
- hacer creer que los personajes poseen mentalidad propia, al margen de las intenciones del autor.
- que el espectador sienta una emoción real a sabiendas de que lo que tiene enfrente es falso.
El único ENGAÑO intolerable es frustrar las expectativas del lector."