27 noviembre 2022

Reseña de El Ministerio del Futuro

El pasado lunes fue mi cumpleaños y mi maravillosa familia tuvo a bien hacerme unos cuantos regalos. Entre ellos, un libro que llevaba tiempo queriendo leer: El Ministerio del Futuro, de Kim Stanley Robinson. En él se narra la historia de la organización que da título al libro. Un organismo creado por la ONU en el año 2025 encargado de velar por los intereses de las generaciones futuras, que tendrían en sí mismas capacidad jurídica. «Ministerio del Futuro» no es el nombre oficial, sino un apelativo que se inventa un periodista y que termina cayendo en gracia, convirtiéndose en el nombre de facto del organismo. Poco después de su creación, una ola de calor extrema golpea la India y mata a un mínimo de veinte millones de personas.

A partir de ese momento (es el contenido de los dos primeros capítulos), el libro narra tanto los esfuerzos del Ministerio como de muchas otras personas para revertir el cambio climático. Lo hace por medio de narraciones en primera persona de los distintos protagonistas (principalmente la directora del Ministerio, la irlandesa Mary Murphy) pero también de testigos anónimos de los desastres y las victorias que se van sucediendo a lo largo de los años: un superviviente de una inundación, un científico que estudia los glaciares o un agricultor que captura dióxido de carbono en sus tierras. Aunque el libro consta de algo más de cien capítulos, cada uno de ellos es por lo general bastante cortito, una técnica muy apropiada para capturar tu atención y hacer que sigas leyendo (¿una técnica necesaria en estos tiempos en los que las redes sociales e internet en general nos ha quitado la capacidad para leer textos demasiado extensos? Espero que no, pero...).

No es la primera vez que leo a Kim Stanley Robinson. Soy un gran admirador de su «trilogía de Marte», una serie de novelas que fabula desde una perspectiva científica sobre la colonización del planeta rojo. Ya escribí hace años (hace trece años...) sendas reseñas sobre los tres libros que la forman: Marte Rojo, Marte Verde y Marte Azul. Sé que tiene otro libro (Aurora) que me quiero leer en un futuro no muy lejano (aunque lo mismo pasa otra década) sobre un intento de colonizar un planeta extrasolar. Pero hoy vamos a centrarnos en El Ministerio del Futuro

Igual que en la trilogía de Marte, Kim Stanley Robinson alterna una serie de historias personales y muy humanas con capítulos en los que se nos habla de proyectos que pueden durar años o incluso décadas en ver su fruto. La descripción de estos proyectos siempre me han parecido excelentes por la ambición de lo que cuentan y por su base científica. Es ciencia ficción realista y dura y el modo en el que los científicos son muchas veces los héroes me recuerda a Julio Verne, aunque con protagonistas un poco menos de cartón piedra.

Esto no quiere decir que los científicos encuentren la solución mágica a todos los problemas. Aunque el libro postula claramente que el capitalismo es un sistema depredador que está contribuyendo de forma decisiva a nuestra extinción, termina admitiendo que no se puede simplemente destruirlo sin un plan B, y en muchos capítulos se ven las negociaciones con los representantes de los distintos banco centrales como la Reserva Federal estadounidense, el Banco Central Europeo o el Banco Popular de China. Tanto dinero y tanto poder no es fácil simplemente de destruir y por supuesto no se destruye; se va reformando poco a poco a medida que avanza la narración, y lo hace a costa de cambios profundos en la sociedad. Creo que en la novela queda claro que si algo cambia lo hará porque se tomen medidas valientes pero sobre todo porque la gente adopte esas medidas. Ocho mil millones de humanos son muchos humanos, y si se les convence de cambiar algo, ese cambio tiene una inercia muy difícil de detener, incluso para los poderosos gobiernos y los inmensamente ricos bancos centrales.

Gran parte de la narración trata sobre el problema del dióxido de carbono, y es muy interesante leer las cifras: cada año el ser humano expulsa 40 gigatoneladas (cada gigatonelada son mil millones de toneladas) de dióxido de carbono a la atmósfera, procedente de combustibles fósiles. Los científicos calculan que con 500 gigatoneladas más la temperatura global aumentará en dos grados centígrados y eso provocará sequías y olas de calor en las que el ser humano no podrá sobrevivir ni escondido a la sombra. Y quedan aproximadamente 2.500 gigatoneladas pendientes de sacar del subsuelo por las compañías petrolíferas. Que, por supuesto, están dispuestas a hacerlo. Y también se habla del permafrost de las grandes llanuras de Rusia, donde están atrapadas enormes cantidades de gas metano, que es diez veces más potente que el dióxido de carbono a la hora de provocar el efecto invernadero, así que si aumentan las temperaturas, el permafrost se derrite y ese gas metano se libera a la atmósfera, vamos a vivir en un planeta lleno de desiertos y selvas. O puede que como Venus. Y lo de que «vamos a vivir» es relativo; quizá algunos humanos sobrevivan, pero la civilización no lo va a hacer.

Y sobre este asunto El Ministerio del Futuro te va mostrando cosas que sí se pueden hacer: dejar de viajar en coches y aviones, dejar de extraer combustibles fósiles y sustituirlos por otras fuentes de energía, capturar dióxido de carbono por medio de distintos métodos (uno sencillo sería plantar árboles y recuperar selvas), etc. Y el modo de hacerlo se va describiendo poco a poco. En algunos casos, con decisiones bastante drásticas (ecoterrorismo).

Pero el dióxido de carbono no es el único problema. Está la cuestión de los glaciares de Groenlandia y la Antártida y cómo la liberación de todo ese agua provocará el fin de las playas y las ciudades costeras (y la solución que plantea el libro, aunque sea solo temporal, me parece grandiosa en su ambición). Está el problema de la pérdida de biodiversidad, ya que estamos inmersos en la sexta extinción masiva de la vida en la Tierra, provocada por nosotros; aquí se habla de proyectos como los corredores ecológicos o el abandono de la mitad de la Tierra a los animales y la vida salvaje. Están los problemas de acidificación del océano, de los refugiados climáticos, de la desigualdad, de la degradación de los suelos cultivables, de la superpoblación... en realidad hay cientos de problemas y en el libro se plantea algunas soluciones, muchos parches y la aceptación de ciertas cosas que es difícil cambiar a estas alturas.

Lo que más me gusta del libro es cómo no existen protagonistas que por sí solos salven a la Humanidad. Ni siquiera hay una única solución que nos libre de todos los males. Las soluciones son siempre múltiples, porque los problemas tienen múltiples causas. Y lo más conveniente termina siendo cambiar el espíritu de los tiempos, lo que los alemanes llaman el zeitgeist. No es posible salvar la civilización humana haciendo lo que hemos estado haciendo durante siglos. Hay que buscar nuevas soluciones y lo más importante va a ser cambiar nuestra mentalidad. Un cambio que se enfrentará a tremendas resistencias, porque supone cambiar uno mismo y supone también enfrentarse a todas aquellas personas y organizaciones que tienen ahora el poder.

El Ministerio del Futuro no es una novela post-apocalíptica. Es una novela en muchos momentos esperanzadora y en otros, desalentadora. Porque uno de los postulados más firmes del autor es que en realidad la lucha no termina nunca. No hay un fin de la historia en la que al final ganan los buenos o los malos. Aunque nos extingamos como especie y nos llevemos con nosotros al 99% del resto de seres vivos, en unos veinte millones de años la vida se abrirá camino de nuevo, como los pequeños mamíferos sustituyeron a los enormes dinosaurios. Y si al final conseguimos no destruir la civilización en las próximas décadas, vamos a seguir teniendo problemas. Nuevos problemas y problemas antiguos. Se dice que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo (frase atribuida a Fredric Jameson), pero con El Ministerio del Futuro Kim Stanley Robinson nos ofrece una narración que hace el esfuerzo contrario. Que se imagina un mundo que no resulta destruido y donde es posible vivir y pensar de otra manera. Aunque, como dijo Mario Paz, «la revolución llega; no la esperada, sino otra, siempre es otra».

Una propuesta intrigante, desafiante y valiente. Vamos, que a mí me ha gustado mucho el libro. Recomendado.

Saludetes,
Carlos

7 comentarios:

  1. Muy interesante (¿Y utópico?)

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    1. No, realmente no lo veo utópico. Aunque hay ideas que se podrían considerar revolucionarias, no hay ninguna que vaya en contra de cosas que ya existen (o son técnicamente posibles) en la vida real. Hay incluso numerosos ejemplos sacados directamente de organizaciones y proyectos que ya están en marcha.

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  2. ".....aquí se habla de proyectos como los corredores ecológicos o el abandono de la mitad de la Tierra a los animales y la vida salvaje....."
    espero que se refiera a la "mitad" de la Antartida o el Kalahari, pq si es más la 1/2 de Madrid capital o la 1/2 de la vega del Guadalquivir o el Ebro, hacerlo sin liquidar la "mitad" de los humanos de esas areas parece complicao.
    Por lo que comentas del libro transpira "transhumanismo" por cada uno de sus poros

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    1. En realidad no es tan complicado: es en cierto sentido lo que está pasando en la España Vaciada, que la gente se va del campo y abandona pueblos enteros. Pero en lugar de esperar a que los pueblos se queden totalmente sin gente porque se mueran (literalmente), se reubica. Hay un capítulo muy interesante.

      Lo de los corredores ecológicos es algo que ya se hace: Corredor Ecológico

      En cuanto a lo de abandonar la tierra a la vida salvaje, ya hay proyectos en marcha. Hay un libro interesante sobre este tema: Salvaje, de George Monbiot, aunque seguro que hay muchos más. La idea de dejar enormes espacios despoblados de humanos no es nueva; hay zonas extensísimas de la Tierra que en realidad no son buenas para la agricultura y la ganadería y a nivel planetario sería mucho mejor para los humanos simplemente no vivir en ellos y dejar que se regeneraran a su ritmo. O explotarlos de un modo distinto, como devolviendo la tierra a los indígenas.

      Y con respecto al transhumanismo, lo cierto es que no, no hay ni una propuesta transhumanista en el libro. Los humanos que aparecen al principio del libro son iguales a los que existen al final: no han evolucionado ni incorporado a sus organismos nada que no tuvieran ya. Todo lo que hacen es cambiar su sociedad, pero la sociedad en la que terminan viviendo sigue siendo una plenamente humana.

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    2. Entonces lo que hay es "Transocialismo", entendiendo por "socialismo" a la sociedad y no nada político al uso.

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    3. Efectivamente. En todo momento subyace la idea de que no se puede arreglar el estropicio hecho por los humanos sin cambiar el modo en el que funcionamos como sociedad. Y el caso es que se puede vivir de otro modo, no necesariamente peor.

      Por cierto, vi hace poco en el cine Mundo Extraño y el mensaje es el mismo. De hecho, haber leído este libro tan poco tiempo antes de ver la película me ha hecho ver los paralelismos de un modo muy claro.

      Se puede vivir de otro modo y no nos va a quedar más remedio que hacerlo si queremos sobrevivir.

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    4. Por cierto, os dejo un enlace de National Geographic sobra la idea de dejar el 50% de la Tierra como espacio natural protegido: Para proteger el planeta, la mitad de la tierra debe mantenerse en estado natural

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