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14 agosto 2025

Los juegos de rol tratan sobre tomar decisiones

En casi veinte años de escritura de este blog, creo que nunca me he planteado escribir una entrada en la que explique mi Teoría Unificada del Rol. Ya sabéis, una entrada en la que definir Qué Es El Rol, sin dejarme ni una piedra por remover y donde se diga si el rol es interpretar o es jugar, si los juegos narrativos o en solitario son rol o no lo son, si los dados son imprescindibles, si hay vida más allá de D&D, etc. Tranquilos, hoy tampoco voy a hacerlo. No voy a escribir este tipo de entrada porque no me siento preparado intelectualmente para ello, a pesar de llevar décadas cultivando esta afición. Eso se lo dejo a los diseñadores, los sociólogos y los expertos. Yo no paso de ser un diletante (gracias por descubrirme dicho concepto, La Llamada de Cthulhu).

Lo que sí puedo decir es aquello que para mí supone el elemento más distintivo de los juegos de rol, el ingrediente secreto de la poción mágica, la fórmula de la kokakola. Del mismo modo que al Agente Smith le alcanzó la epifanía mientras trataba de clasificar a los humanos y deducía que no somos mamíferos sino virus, a mí el momento de iluminación me alcanzó cuando me preguntaba por qué me suelen aburrir no solo ver partidas grabadas sino incluso el hecho de que alguien me cuente una batallita de una de sus partidas.

La razón es que el rol va de participar. De estar ahí. De tomar decisiones en el momento, sin saber qué es lo que va a suceder. Y de asumir las consecuencias, claro.

Por eso, cuando alguien me cuenta qué pasó en su partida, o cuando veo una sesión grabada de las partidas de otros, me pueden servir como ejemplo, me pueden resultar divertidas (durante un rato), pero no les encuentro la magia que siento en la mesa de juego. Porque ahí, ya sea del lado del director de juego o del lado de los jugadores, nunca sé lo que va a suceder, pero sí sé que puedo intentar cualquier cosa. No hacer cualquier cosa (porque puedo fallar), pero sí intentarlo. Cualquier cosa es cualquier plan que se me pase por la cabeza, más allá incluso de lo que el creador del juego/campaña/aventura que esté jugando haya previsto ni en sus más locos sueños. Esa es la magia del rol, la genialidad del concepto. Y la razón por la que vivir una partida, en el momento presente, tomando decisiones en ese punto y no otro, jamás se podrá comparar a hablar sobre ello o verlo interpretado por otros.

Es cierto que podemos decir que esto sucede con muchas otras aficiones. Que siempre es mejor participar que ser un mero espectador. Pero yo puedo disfrutar de ver una película, asistir a una competición deportiva o escuchar un concierto, sin necesidad de ser actor, atleta o músico. Mucha gente, de hecho, lo hace, y disfrutan mucho de ser espectadores.

No digo que no se pueda disfrutar de ver partidas, leer manuales o soñar con juegos de rol. Yo lo he hecho, y con frecuencia. Disfruto incluso de coleccionar juegos de rol ;). Pero insisto en que la magia de estar allí, en la partida, es incomparable. Y encima está al alcance de todos. No estoy de acuerdo en que haya que «iniciarse» en el rol o ser un «experto jugador». A pesar de que hay gente a la que se le da bien jugar o dirigir, y que todo mejora con la práctica, el rol es una afición para todas las edades y condiciones. Imaginar ser otras personas, interpretar un papel, divertirnos jugando a ser otros, es algo que todos hemos practicado desde niños. Creo que hay pocas aficiones tan universales.

Da igual si el juego de rol que te gusta es más táctico o más narrativo. Da igual si lo juegas con una docena de personas o contigo mismo, en tu cabeza. En todos los casos empezarás la partida con una idea de lo que va a suceder, con unos objetivos, con un personaje. Con ciertas expectativas y cierta idea general de por dónde van a ir los tiros. Pero es casi imposible que termines la partida sin que haya sucedido nada sorprendente que nadie se esperaba. Puede ser una tirada de dados sorprendente, puede ser un personaje no jugador inicialmente anodino del que se enamoren los jugadores, puede ser el resultado de una combinación de reglas que provoque una reacción en cadena que nadie hubiera predicho. Todo eso puede suceder en una partida, el azar, la sorpresa, lo inesperado. ¡Es parte de la diversión! Pero toda esa suerte (buena o mala) se verá compensada por el hecho de que los jugadores siempre tendrán la oportunidad de intentar cualquier cosa. Y si intentan algo que no está contemplado en las reglas, tienen la suerte de que el hardware sobre el que funcionan los juegos de rol es un cerebro humano con imaginación, y el director de juego, o el grupo de jugadores en conjunto, pueden encontrar una solución consensuada sobre cómo continuar, basándose en las reglas existentes y/o en su sentido común.

Para mí el hecho de poder vivir en otros mundos y poder ser otras personas, aunque solo sea durante el tiempo que dura la partida, es maravilloso. Y sentir que mis decisiones cuentan, que influyen en el mundo, resulta empoderante. Aunque la libertad de acción esté restringida por las reglas y las condiciones específicas del personaje que interpreto y sus capacidades, creo que hay muy pocas aficiones en las que puedas intentar lo que sea. Para un miembro de una especie que da tanta importancia a la imaginación y a las historias, esta es una actividad con un atractivo increíble.

Yo siempre que pierdo un poco de fe en mi afición, me echo una partida con los amigos y recupero la energía. En el acto de jugar está la fuerza del rol.

Jugad más.

Saludetes,
Carlos

P.D.: Sí me podéis contar vuestras batallitas. Os voy a escuchar. Pero recordad que son significativas sobre todo para aquellos que las vivisteis ;).

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