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08 abril 2013

Cuentos del Bosque: El niño y el dragón

El cuento

Era bastante habitual que, de cuando en cuando, un dragón bajara volando desde las montañas, cruzando el Bosque Encantado, y llegara a las tierras de los hombres. Siempre que ocurría esto, los caballeros se ponían sus armaduras, montaban en sus caballos y cabalgaban para enfrentarse a la bestia. Algunas veces ganaban los dragones, y conseguían llevarse un par de ovejas o una vaca a su cubil, y otras veces eran los caballeros los que vencían y lograban hacer huir al monstruo antes de que hiciera mucho daño.

Uno de estos caballeros salió un día a enfrentarse con uno de estos dragones y, horas después, regresó a casa, cansado y herido, pero victorioso. Su hijo, un muchacho valiente pero aún muy joven como para ser armado caballero, le recibió en la puerta de su castillo, y le ayudó a entrar en casa. El padre le explicó que había luchado con el dragón y que había conseguido que volviera volando a las montañas, pero que su espada se había mellado, su armadura estaba toda abollada, y su caballo estaba agotado por el esfuerzo. El hijo le pidió que la próxima vez que saliera a luchar con los dragones le llevara con él para ayudarle, pero el caballero le dijo que aún era demasiado joven.

Esto sucedió varias veces en los meses siguientes: el caballero salía a enfrentarse a los dragones y volvía horas después, hecho polvo. Y siempre que su hijo le pedía permiso para poder ir con él, el caballero le decía que aún era demasiado pequeño.

Un día, el hijo decidió que él acabaría con los dragones por su cuenta, y así su padre no tendría que luchar tanto con ellos. Se puso una armadura que se fabricó con un chaleco de cuero y unas cacerolas, cogió una espada de madera y se adentró en el Bosque Encantado seguido por su perro. Al principio fue incapaz de encontrar el camino a las montañas, pero tuvo la suerte que un sabio búho le preguntó que qué hacía vagando por el bosque. Cuando el niño le dijo que quería ir hasta el lugar del que venían los dragones, el búho trató de advertirle de que no lo hiciera, porque era algo muy peligroso. Pero el pequeño insistió, y al fin el búho le indicó cómo atravesar el bosque y llegar a las montañas.

El hijo del caballero se adentró en el bosque y fue preguntando a todo el que se encontró dónde había dragones. Un zorro le enseñó un camino secreto, y un duende le ayudó a cruzar un valle escondido. Hasta los árboles se apartaron en un par de ocasiones para mostrarle el mejor camino. Pero todos le dijeron que lo que estaba haciendo era muy peligroso, y que haría mejor en dar media vuelta. Pero el niño siguió avanzando, hasta que al fin llegó al pie de las montañas, a un lugar donde no crecía la hierba y estaba todo seco y requemado.

Allí, al poco tiempo de buscar, se encontró con un dragón, más o menos de su tamaño. El dragón no le había visto, así que el niño bajó a donde estaba y le desafío, como había oído que hacía su padre. El dragón, que en realidad era casi un bebé entre los dragones, pensó que querían jugar con él, y comenzó a mover la cola con alegría. Primero esquivó los golpes que el hijo del caballero le lanzaba con su espada, y al final, la quemó con una pequeña llamarada. Enfadado, el niño se subió encima del dragón, y comenzó a cabalgarlo como si fuera un caballo. El dragón fue dando tumbos por todo el valle donde se encontraban, y al rato tanto el niño como el dragón estaban riendo y jugando, y terminaron inventando mil y un juegos, en el que a veces ganaba el muchacho y a veces ganaba el dragón.

Mientras tanto, el padre del niño había pasado todo el día buscándole por el bosque. Al fin encontró el valle donde estaba su hijo, jugando con el pequeño dragón. Y al otro lado del valle vio que se acercaba un dragón mucho más grande, sin duda el padre del pequeño dragoncito. Al ver jugando a los dos jóvenes, tanto el caballero como el dragón se miraron y sintieron que en realidad era absurdo estar siempre peleando, cuando sus propios hijos habían encontrado la forma de pasarlo bien juntos.

Cuando los niños se cansaron de jugar, cada uno se fue con su padre. Y los padres decidieron que a partir de ese día dejarían de luchar entre sí, y que en lugar de eso, cada vez que un dragón bajara de las montañas, en vez de pelear, harían juegos como los que habían hecho sus hijos. Y si ganaba el dragón, se podría llevar a las montañas una vaca o un par de ovejas. Y si ganaba el caballero, el dragón se volvería a su cueva, sin destrozar nada. Y de este modo se crearon los Torneos de los Caballeros y los Dragones, que se convirtieron en la atracción más famosa del Reino de los Hombres.

Comentario

Este fue el segundo cuento que me inventé para mis hijos, ambientado en el Bosque Encantado. El anterior (La Araña atrapada en su tela) en realidad es bastante independiente del resto, en el sentido de que podría ambientarse en cualquier lugar. Pero en este cuento ya se empieza a perfilar la geografía del Bosque Encantado. Al sur están las tierras de los hombres, donde hay caballeros, posadas y castillos. Al norte están las montañas donde habitan los dragones (y, como veremos en otro cuento, los gigantes), y en el centro se encuentra el Bosque Encantado, que pronto se convertirá en el escenario de todo el resto de cuentos.

La inspiración principal para este cuento fue sin duda el libro ¡Dragones! de la colección "Elige tu propia aventura: Globo azul", que aún está en la casa de mis padres. Se lo leí a mis hijos en el verano del 2011, y poco tiempo después les conté este cuento. Al menos creo que en ninguno de los finales de ese libro estaba la posibilidad de que los dragones y los caballeros terminasen haciendo una especie de torneo para resolver sus diferencias, pero me pareció un final apropiado. En el mundo real, es mucho más difícil que los adultos terminen llegando a un acuerdo tan razonable, pero no es tan raro que dos niños de padres muy diferentes terminen jugando juntos ;).

Saludetes,
Carlos

9 comentarios:

  1. Pues éste me lo apunto, maestre. Me encanta la enseñanza de que pelear es una tontería, cuando se pueden resolver las diferencias hablando... ¡o jugando!

    Y oye, me parece que estaría muy bien para el Día de la Paz que celebran los coles.

    P.D.: Ese libro de Elige tu propia Aventura ¿es ése en el que resulta que había nazis en la montaña del Dragón procedentes del futuro? Porque recuerdo perfectamente la descripción de la ducha desde el punto de vista de alguien que no había visto una...

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    1. Vaya, ni se me había ocurrido usar el cuento para el Día de la Paz :D. Me lo apunto para la próxima edición.

      No, el libro de Elige tu propia aventura al que tú te refieres es más probablemente La Cueva del Tiempo. Este que yo comento era puramente medieval, y además, de los que eran más sencillos y cortitos, para niños. No salían nazis, eso seguro :D.

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  2. No, no, era La Guarida de los Dragones. Googleando he encontrado un sitio donde está escaneado:

    http://librosetpa.blogspot.com.es/2012/07/etpa-20-la-guarida-de-los-dragones.html

    Busca la página 34 del libro ^.^

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    1. Y en la 40 y en la 106... la leche, ¡¡qué pedazo de ilustraciones tiene este librojuego!! No lo recordaba.

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    2. Ah, pues este libro no lo leí, la verdad. Lo cierto es que molaban los librojuegos de cuando éramos canijos :D.

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    3. Ahhh... que el tuyo era de la colección globo azul... ahora me lo explico :-P

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    4. Claro, si ya lo decía al principio :D

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  3. Bonito cuento Carlos, me lo apunto para mi hija, con tu permiso.
    Saludos cordiales.

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