Venid, jóvenes, sentaos junto al fuego, y Hrothgar el Narrador de Historias os hablará de los tiempos antiguos, de cuando Varmand el Fuerte caminaba entre los vivos y sus guerreros infundían temor en los corazones de sus enemigos.
Cerrad los ojos y remontaos a los tiempos legendarios. Los clanes que no desean luchar contra sus hermanos en Hendrekiland han seguido a Colymar más allá de las antiguas fronteras y han colonizado el Paso del Dragón, desierto desde que los Dragones devoraran a todos los humanos. Pero los clanes no están unidos, no. Antes de que Sartar el Constructor de Carreteras llegara desde el sur, cada clan era independiente y vivía y moría dependiendo de su ingenio y fuerza.
Varmand el Fuerte había luchado con su partida de guerra durante varios años en Quiviniland, sirviendo a reyes tribales y jefes de clan, dependiendo de quien pagara más y siempre que la lucha no le reportara deshonor. Al fin se asentó en el Valle Ormsthane y fundó su clan, uniendo a sus guerreros con algunos carls que habían llegado recientemente del sur. A los líderes de esas familias granjeras les dio anillos de plata y torques de bronce, y gran número de reses y marcas de plata producto de sus conquistas. Y como el Gran Orlanth en la Edad de las Tormentas, forjó una unión entre weaponthanes y carls, entre cazadores y granjeros, entre artesanos y mercaderes, y juntos fueron más fuertes que separados.
Hoy os contaré cómo comenzó nuestro feudo con los Orlevingas, el odio entre nuestros clanes que tanta sangre ha costado desde tiempos remotos, y que aún hoy ruge entre nosotros.
Uno de los carls más poderosos del clan de los Varmandi era Orwulf Stonedale, que fue muy amigo del Viejo Varmand. Su asentamiento estaba en el Valle de Ormsthane cuando Varmand decidió establecerse, y habría estado allí después de la muerte de Varmand si los dioses no hubieran dispuesto lo contrario.
Heler, Dios de la Lluvia y Elmal, el Sol, habían batallado como todos los años por el favor de Ernalda, la Tierra. Al fin, Elmal había vencido, y el verano estaba siendo seco y caluroso. Ris Matadragones cabalgaba en su poni con un grupo de guerreros, patrullando las fronteras entre las tierras del clan y las de los Orlevingas. De repente, vieron humo en la lejanía, cerca de las tierras de Stonedale.
Cabalgaron raudos hasta allí, ninguno más rápido que Ris Matadragones, puesto que cuando el padre de Ris, Garnath Nowgeh, murió, el viejo Orwulf Stonedale le había acogido en su casa, y le había criado como a un hijo más, en memoria de la amistad que había unido a los dos hombres.
Cuando Ris llegó hasta la casa larga de Stonedale, la furia le invadió. El asentamiento estaba en llamas, los carls muertos en los campos, ¡incluso mujeres y niños!. Los saqueadores escapaban hacia el bosque, más de una docena de guerreros jóvenes. Ris estaba solo, pero era un guerrero temerario. Se habría lanzado contra ellos sin dudarlo, pero su preocupación por su familia adoptiva pudo más y corrió al asentamiento para salvar a quien pudiera.
Allí encontró a Orwulf Stonedale muerto junto a su hija Inga Orwulfsdotter. El hijo menor de Orwulf, Orlek, estaba malherido, pero Ris consiguió que sus heridas dejaran de sangrar. El resto de la patrulla llegó después: Garnath hijo de Korlmhy, Hindalla Enderosdotter, Olaf Lengua Dorada, y así hasta diez más.
Era terrible el estado del asentamiento. Sólo los que han perdido todo honor y han olvidado las enseñanzas de Orlanth queman asentamientos como si fueran Gagarthi, bandidos salvajes. Pero Orlek, hijo de Orwulf, nos reveló que había reconocido a uno de los saqueadores, y no era otro que Baran, hijo de Oddi, del clan de los Orlevingas.
Los supervivientes fueron escoltados por la patrulla hasta el Salón de Varmand, y allí se les dio cobijo y se curaron sus heridas. Todo el mundo estaba indignado por esta afrenta de los Orlevingas: esta vez habían ido demasiado lejos. Robar ganado o matar a algunos jóvenes guerreros en demostraciones de hombría era algo normal entre clanes no aliados, pero quemar un asentamiento era una afrenta que no se podía tolerar. El Viejo Varmand llamó a sus thanes y weaponthanes, a los líderes de los linajes y a los sacerdotes, para que todos se reunieran en consejo y decidieran si se debía o no declarar un feudo de sangre con los Orlevingas.
El Anillo del Clan se reunió, tanto el Interior como el Exterior, y Varmand presidió la conversación. Las mujeres y los hombres hablaron. Orlek se había recuperado de sus heridas, y quería venganza. En alta voz recordó a sus hermanos de clan que esta afrenta sólo se podía lavar con sangre. Ris Matadragones, su hermano adoptivo, le apoyó. Muchos otros estaban de acuerdo con los hijos de Orwulf y golpearon sus lanzas contra sus escudos. Pero Olaf Lengua Dorada habló, y dijo: "Siempre hay otro camino". Era posible exigir compensación por las muertes y las pérdidas sufridas, puesto que los Orlevingas pertenecían a la Tribu Malani y su Rey, Perro Loco Malan, podía ser convencido de la justicia de nuestro caso y obligar a Orlev el Tuerto a pagar un justo precio. Hindalla Enderosdotter, amiga de Olaf, le apoyó. Y muchas otras estuvieron de acuerdo y golpearon sus cucharones contra sus ollas.
Al fin hubo una votación, y se decidió pedir compensación al Rey Malan. Olaf Lengua Dorada lideró una expedición hasta las tierras de los Malani. Diez guerreros, jóvenes y viejos, le acompañaron, con espadas, lanzas y cotas de malla. Cinco carls, jóvenes y viejos, le acompañaron, con reses, plata y regalos para el Rey Malan.
Los Varmandi atravesaron las tierras del clan de los Tres Hermanos, y allí se encontraron con una patrulla. Olaf habló y expuso su caso. Los guerreros de los Tres Hermanos accedieron a acompañar a los Varmandi hasta el fuerte de los Dos Riscos, donde el Rey Perro Loco Malan tenía su corte. Pero previnieron a los Varmandi: "Sed cautelosos en presencia del Rey Malan, pues su cólera es rápida y su espada está sedienta de sangre, y no tiene en gran estima a los Varmandi."
Los Varmandi llegaron al Fuerte de los Dos Riscos y presentaron sus respetos al Rey Malan. Le entregaron los regalos del Jefe Varmand y le contaron su caso. Olaf Lengua Dorada hizo honor a su sobrenombre e, inspirado por su Dios, Issaries el Dios Orador, conmovió el corazón de los Malani, y muchos se pusieron de nuestra parte ese día.
Pero el corazón de Perro Loco Malan no podía conmoverse, puesto que estaba muerto y frío, y convertido en hierro desde que hizo sus votos como Espada de Humakt, guerrero sagrado del Dios de la Muerte.
Malan contestó a Olaf que debía meditar sus palabras, y le ofreció la hospitalidad que se les da a los mendigos, como insulto. Le ordenó que esperara con sus hombres en Dos Riscos hasta que hubiera decidido sobre este asunto menor.
Durante una semana los Varmandi esperaron, pero no se mantuvieron ociosos. Olaf y Hindalla Enderosdotter hablaron con Lismelder, la hija mayor del Rey Malan. Hindalla convenció a la Malani de que nos apoyara ante su padre, apelando a los niños muertos en el ataque; Lismelder era madre, y ese argumento hizo que ganásemos su ayuda.
Cuando por fin el Rey Malan se dignó a escuchar a Olaf Lengua Dorada, Lismelder habló en nuestro favor. Pero no habíamos contado con que Malan tenía dos hijos, y el segundo era Ernald, violento como su padre, que odiaba al marido de su hermana y era el favorito de Malan. Ernald habló en contra nuestra y retorció los argumentos de su hermana. Al fin, Olaf consiguió arrancarle a Malan una promesa: los Orlevingas pagarían trescientas reses, pero a cambio, Varmand aceptaría pagar un tributo de cincuenta reses el año siguiente.
Olaf aceptó, aunque eso no complacería a Varmand, que se había negado durante muchos años a pagar tributo alguno a Perro Loco Malan, aún cuando el Rey le había presionado en múltiples ocasiones. Pero Olaf aceptó, y el trato quedó establecido.
Los Varmandi regresaron a sus tierras, cabalgando en sus ponis y atravesando las tierras de los Orlevingas. Pero fueron encontrados por la patrulla del clan de Orlev: Ranulf el weaponthane y una decena de guerreros. Ris Matadragones estaba en el grupo que había viajado con Olaf y habló con Ranulf para conseguir cruzar pacíficamente las tierras Orlevingas.
Pero Ranulf actuó de forma imprudente. Insultó primero a los Varmandi, llamándonos cobardes, y después a Ris Matadragones, burlándose de Orwulf Stonedale. Ris dejó de hablar y miró a Ranulf, que reía. Con un movimiento más rápido que el de una serpiente, Ris Matadragones desenvainó su espada y atravesó el casco, el cráneo y la mandíbula de Ranulf, matándole en el acto.
Los Orlevingas atacaron a los Varmandi. Ris Matadragones luchó contra dos Orlevingas a la vez. Hindalla Enderosdotter decapitó a Varnarl el Orlevinga de un solo golpe. Olaf Lengua Dorada, poeta y guerrero, logró acabar con Gustand Mirada Feroz, otro de los weaponthanes de Orlev. Y Garnath el Osado acabó con otro enemigo. Pronto, los Orlevingas yacían muertos o heridos, y sólo uno de ellos logró escapar a caballo, con tres flechas de Olaf Lengua Dorada clavadas en su espalda, como muestra de su cobardía y de que había huido del combate.
Los jóvenes Varmandi regresaron a la tula, las tierras del clan. Allí fueron recibidos por Varmand y el resto de líderes. Algunos se mostraron satisfechos por el trato alcanzado, pero muchos más llegaron a la conclusión de que debido a la lucha con los Orlevingas, era improbable que éstos pagaran. Además, al Viejo Varmand no estaba contento con la promesa realizada de pagar un tributo al Rey Malan.
Esa noche, mientras aún se deliberaba en el salón de Varmand, Orlek Orwulfsson, hermanastro de Ris, le dijo que un grupo de jóvenes guerreros Varmandi habían decidido dar una lección a los Orlevingas y saquear el asentamiento de Oddi, el padre de Baran, uno de los líderes de los saqueadores Orlevingas.
Ris, seguro de que el Rey Malan no iba a obligar al jefe Orlev a pagar a los Varmandi, convenció a unos cuantos guerreros amigos suyos para que le acompañaran. Garnath el Osado, seguidor como Ris del Toro Tempestuoso, le dio su apoyo entusiasta. Hindalla Enderosdotter también, aunque más reticente. Olaf Lengua Dorada sólo aceptó por la amistad que le unía a Hindalla. Olaf insistió en pedir permiso a los líderes del clan, pero Ris respondió: "Mejor pedir perdón que pedir permiso", puesto que era joven e impetuoso, y no tenía el debido respeto a sus mayores.
Al día siguiente los Varmandi se encontraron antes del amanecer. Hicieron sacrificios a Finovan, el Dios de los Incursores, y comenzaron a avanzar hacia el asentamiento de Oddi. Ayudados por la bendición del Incursor consiguieron llegar sin ser vistos a las afueras de la casa de Oddi.
Los Varmandi cayeron sobre el asentamiento como una jauría de lobos invernales. Pronto sus gritos de guerra alertaron a los carls que trabajaban en los campos, pero era demasiado tarde. Los pocos Orlevingas que trataron de detenernos cayeron ante los Varmandi como espigas en la época de la cosecha. Las mujeres y los niños fueron respetados, cosa que no habían hecho los Orlevingas, y pronto los Varmandi se dirigieron hasta la casa larga de Oddi, mientras algunos Orlevingas disparaban flechas mal dirigidas desde el interior.
Pero Oddi no era un Orlevinga corriente, sino un thane respetado y temible en combate. Surgió de su casa sin armadura, pero con un gran escudo y una espada brillante, cargada con magia de muerte. Se plantó en el umbral de la entrada y desafió a los Varmandi a que se enfrentaran a él, solos o en grupo.
Orlek fue el primero en aceptar el reto, como hijo de Orwulf Stonedale. Corrió hacia Oddi blandiendo su lanza, cubierto por la pintura azul de guerra como única protección. Pero Oddi detuvo su avance con el escudo y de un solo golpe le derribó.
Ris Matadragones enloqueció al ver caer al último hijo de Orwulf Stonedale, y corrió a socorrer a su hermanastro o vengar su muerte. Pero los dioses protegían a Oddi ese día, puesto que resistió la carga de Ris y le golpeó con el escudo en la cabeza, y después con la espada en el pecho, y el Matadragones cayó malherido.
El hermano y el hermanastro yacían a los pies de Oddi el Orlevinga. Hindalla y Olaf dispararon con sus arcos desde una buena distancia contra Oddi, pero este se agachó y se protegió con su escudo, cuidando el umbral, dispuesto a defender su casa como el mismísimo Elmal en la Era del Caos.
Pero entonces Garnath el Osado surgió de entre las sombras, frente a Oddi. Corriendo y esquivando las flechas de los Orlevingas, arrojó con asombrosa destreza una jarra llena de aceite y trapos, envuelta en llamas. La jarra voló hasta alcanzar a Oddi de lleno, ¡estallando en llamas y haciendo que el gran guerrero retrocediera al interior de su casa! Garnath cogió su lanza y embrazó el escudo mientras corría, saltó sobre los cuerpos de Ris y Orlek y penetró rugiendo en el Salón de Oddi.
Dentro le esperaba el hijo de Oddi, Baran, enfundado en una cota de mallas, armado con recio escudo y letal lanza, pero Garnath estaba poseído por la furia de su dios, el Toro Tempestuoso, y en ese momento de rabia roja, no podía ser detenido. Detuvo los golpes de Baran Oddisson y le clavó la lanza una, dos veces, hasta que Baran cayó, herido de muerte. Los hombres de Oddi no se atrevieron a enfrentarse a Garnath y se retiraron, escapando como pudieron.
Ese día se ganó Garnath su apelativo, y fue conocido como Garnath Disparo Certero, por la hazaña que convirtió a Oddi en Oddi Caraquemada.
Los Varmandi saquearon por completo el asentamiento de Oddi, llevándose reses y mercancías, y al mismísimo Oddi Caraquemada atado a un poni. Pero no quemaron el asentamiento, ni persiguieron a las mujeres y niños, ni a los que huyeron de su justa ira, pues los Varmandi conocen las reglas del honor y los límites del saqueo.
Ris Matadragones se repuso de sus heridas, curado por Olaf Lengua Dorada. Y cargó él mismo con su hermanastro, Orlek Stonedale, último hijo de Orwulf Stonedale. Y en el trayecto Orlek se desangró hasta morir en brazos de su hermano, que aún herido siguió avanzando y cargando con él, dispuesto a no permitir que su aliento se apagara en las tierras de los Orlevingas. Orlek resistió y sólo murió cuando Ris Matadragones pisó por fin la tula de los Varmandi.
Cuando regresaron a las tierras del clan fueron recibidos como héroes. Todos estaban de acuerdo en que los Orlevingas no pagarían el precio acordado, y que el Rey Malan no estaría muy satisfecho, pero la sangre de Stonedale se había cobrado con sangre Orlevinga, y los Varmandi se consideraron pagados.
No declararon el feudo esta vez, pero pronto les llegó la noticia de que los Orlevingas sí lo habían hecho. Y así comenzó la gran historia de muerte y gloria, de lágrimas y triunfos, la historia del feudo entre Varmandi y Orlevingas.