Era el año del invierno sin fin. Era el año en el que los Clanes fueron expulsados del Norte y, en su huida, destruyeron las tierras civilizadas del sur. Las nieves han cubierto desde entonces las tierras de los Clanes y han borrado la huella de sus pasos, pero ninguna tormenta puede borrar el nombre de los héroes.
Como todos los años, la estación de la Muerte Blanca había dejado paso al Invieno, y los clanes se reunían en la Llanura de Yssip para comerciar, concertar matrimonios y tratar de resolver disputas entre vecinos.
A medida que los jefes de los clanes iban llegando, montaban sus grandes tiendas, construidas con colmillos de mamut y pieles, y decoradas con tallas de madera semejantes a Dragones y plata labrada comprada a los Enanos.
Dicen las crónicas que a la tienda del Clan Pelomojado llegó Olaf Mason, del Clan Tuercebotas, junto con jóvenes guerreros de su Clan. Con bellas palabras, solicitó la devolución, por parte de los Pelomojado, de cabezas de ganado robadas en una incursión. Pero al escuchar la respuesta negativa del Jefe Khandor Pelomojado, respondió con altivez y arrogancia.
El Jefe Khandor ordenó a su Campeón, Otkel Abrecráneos, que luchara contra Olaf. Si perdía, el Jefe devolvería el ganado robado. Otkel y Olaf se enfrentaron fuera de la tienda del Clan. Sin pronunciar una sola palabra, Otkel balanceó su gran martillo y propinó un golpe a Olaf, que le dejó desequilibrado. Olaf no pudo recuperar la iniciativa ante los continuos golpes del martillo, a pesar de que era el Campeón de la espada. Finalmente, aprovechando un descuido de su oponente, consiguió rodear y pinchar a Otkel. Aunque el duelo era a primera sangre, pronto los dos Campeones, sintiendo que las fuerzas estaban demasiado igualadas, comenzaron a utilizar los poderes por los que eran famosos. Olaf envió sus espadas volando hacia Otkel pero éste respondió golpeando el suelo con su martillo, invocando el terremoto de Mamfred, el Dios Mamut, deteniendo las espadas en su vuelo.
El Jefe Khandor detuvo el combate en ese momento, temeroso de que los Campeones se mataran entre sí. Obsequió a Olaf con un collar de oro por su valentía, pero no devolvió las vacas robadas. Olaf decidió volver a su propia tienda.
Por la noche, los clanes se reunieron en el Gran Salón de Yssip, una estructura colosal, levantada por los esclavos gigantes de la fértil Diosa y atendida por sus sacerdotisas. La cerveza, el hidromiel y la buena comida calentaron el ambiente esa noche, pero antes de que se produjeran más de media docena de peleas, las puertas se abrieron, y un hombre dejó pasar la nieve al Gran Salón, antes de caer colapsado en su interior.
Resultó ser Ragnar, del Clan de la Tortuga. Cuando se repuso lo suficiente con comida y bebida, dijo que su gente había sido exterminada por un terrible monstruo. Entre lamentos, pidió ayuda para volver a su tierra y acabar con el Daño de su pueblo.
Muchos Campeones dieron un paso al frente: Otkel Abrecráneos, que juró que mataría al Daño del Clan de la Tortuga; Risan Gratú, que juró que la despellejaría y se haría una capa con su piel; Shatur Dientes de Sable, que aseguró que daría caza al monstruo; Kadog el Sombrio, que acudió a la llamada de la gloria; y Olaf Mason, que prometió a Ragnar Sin Clan que encontraría a los supervivientes de la masacre se aún estaban vivos.
El ánimo oscuro que se había adueñado del ambiente con las sombrías noticias traídas por Ragnar se animó ante las promesas de muerte y fama hechas por los Campeones. El resto de la noche pasó entre canciones de guerra, antiguos cuentos sobre cazadores de monstruos y leyendas de los Dioses y sus hazañas.
Al día siguiente, los cinco Campeones y Ragnar se pusieron en marcha, en dirección a las tierras del Clan de la Tortuga. La nieve que había caído la noche anterior dificultaba el avance, pero la nevada había cesado, como un buen presagio.
Antes de llegar a las tierras del clan, los campeones cruzaron un río helado, y a punto estuvo allí de perecer Kadog el Sombrío, cuando parte de capa de hielo se hundió a sus pies. Pero Kadog siempre consigue su objetivo y logró saltar hasta la orilla.
En el pueblo del Clan de la Tortuga, los Campeones vieron los grandes destrozos causados, como si una bestia descomunal hubiera aplastado los edificios desde las alturas. Pero no quedaban cuerpos entre las ruinas. Ragnar no conseguía dar una descripción de la bestia, diciendo que, entre la nieve y la oscuridad, no distinguió su figura. Al fin, confesó que huyó en la noche cuando el techo de su casa se vino abajo. Risan Gratú dijo que debían matarle por cobarde, pero Olaf Mason se interpuso y convenció al Campeón berserker de que dejara vivir al Sin Clan por el momento.
Shatur Dientes de Sable demostró porqué su clan era conocido por sus habilidades en la caza y el rastreo; descubrió un rastro que se alejaba del pueblo en dirección a las lejanas colinas. Eran enormes huellas, posiblemente de más de una criatura. Ogros, Demonios del Hielo o incluso Gigantes, sin duda. Todos se pusieron en marcha, precedidos por Shatur y su fiel perro cazador, Colmillos.
En su avance a través de las colinas boscosas, los Campeones vieron, entre los árboles, cómo una gran bestia se les acercaba. Era un Orm, un Gusano-Dragón. Olaf Mason lo interpretó como una señal de su Dios tutelar, Wencason el Gusano-Dragón. Utilizando la Magia de Wencason se acercó hasta la bestia, tratando de dominarla. Olaf siempre había sido conocido por ser encantador y nunca fue esto más evidente que cuando montó sobre el monstruo, dominándole con su voluntad. Desde entonces fue recordado como el Jinete del Gusano-Dragón.
Precedidos por Olaf y Shatur, el grupo llegó hasta un pequeño desfiladero, al final del cual se alzaba una cueva. Mientra decidían el modo de actuar, Shatur se adelantó para explorar los alrededores. Pero cuando estaba a mitad de camino entre la cueva y sus camaradas, una visión de pesadilla salió por la abertura: ¡un Gigante de los Hielos! Con una barba hecha de carámbanos, dos cuernos retorcidos como los de una cabra de las montañas surgiendo de su cabeza y blandiendo un pequeño árbol como una maza, se adelantó hacia Shatur.
Lejos de retroceder, Shatur sacó una flecha y disparó, clavando una flecha en el ojo del gigante. Olaf montó en su Gusano-Dragón, con Kadog el Sombrío montando tras él. Otkel salió corriendo detrás, blandiendo su martillo. Pero cuando Ragnar vió al Gigante, gritó ¡el Daño de la Tortuga y trató de huir. Risan le vió y, lleno de rabia, cogió su hacha y le golpeó, causándole una gran herida en el pecho.
Mientras Shatur conseguía clavar otra flecha en la cabeza al Gigante, que seguía avanzando, todos vieron cómo un segundo Gigante surgía de la cueva.
Antes de que el primer Gigante alcanzara a Shatur, Olaf y Kadog llegaron a lomos del Gusano-Dragón. Con un grito de guerra y un movimiento más rápido que la vista, Kadog saltó sobre la cabeza del Gusano-Dragón, arrojándose contra el Gigante e hiriéndole con su mandoble. Kadog se balanceó sobre los hombros del monstruo mientras el Gusano-Dragón de Olaf le rodeaba con sus anillos.
Risan Gratú seguía golpeando a Ragnar el Cobarde, dejándole sin brazo, pero sin poder matarle del todo.
Mientras tanto, el combate continuaba. El segundo Gigante se había unido a la lucha. Shatur seguía disparando sus certeras flechas, hiriendo a los monstruos. Los dos Gigantes trataron de golpear al Gusano-Dragón y a los dos guerreros que luchaban cuerpo a cuerpo contra ellos, pero no lo consiguieron debido a su pericia y velocidad.
Risan Gratú, enfurecido por estar perdiéndose la pelea contra los dos monstruos, infligió una última herida en la espalda a Ragnar el Cobarde, pero en lugar de perseguirle, comenzó a correr hacia sus compañeros, mientras el Sin Clan se adentraba, sangrando, en la inmensidad del páramo congelado.
Otkel Abrecráneos al fin había conseguido llegar hasta la pelea, y con su martillo aplastó el pie de uno de los Gigantes. El Gusano-Dragón mordió el cuello del otro, asfixiándolo, mientras Kadog y Olaf le apuñalaban con sus espadas.
El segundo Gigante, al ver morir al otro monstruo, se llenó de furia, y arrojó a los Campeones de encima del cuerpo de su compañero con un barrido de su gran maza. Shatur seguía disparando flechas, pero el Gigante levantó su arma para aplastar a Olaf y Kadog, que yacían en el suelo, aturdidos. Otkel, gritando, se interpuso en la trayectoria del golpe y, antes de que le golpeara, aplastó varios dedos de la mano del Gigante con su martillo, dejando su mano herida.
Antes de que el monstruo lograra reaccionar, Risan, que corría hacia el combate, aferró su hacha a dos manos y la lanzó volando. Los dioses sonrieron al asesino de la Batalla del Acantilado, que ese día parecía tener la herramienta correcta. "¡Tendré la piel del monstruo!" gritó, mientras el hacha volaba y se clavaba en la sien del Gigante, matándole en el acto.
Los dos Gigantes yacían muertos a los pies de los guerreros. En la cueva, encontraron los cadáveres medio devorados del Clan de la Tortuga. Ragnar Sin Clan había desaparecido, y sin duda moriría en la soledad del desierto blanco.
Cuando volvieron a la Llanura de Yssip, todos les felicitaron por su hazaña, pero muchos se lamentaron de la desaparición del Clan de la Tortuga.
No sería el último clan en desaparecer en el Año del Invierno Sin Fin.