En el día de hoy ha terminado el I Certamen Jugando Solo RPG, un evento organizado por la comunidad española de jugadores de rol en solitario. Ya os he hablado antes del Rol en solitario así que os remito a ese artículo, que creo que sigue siendo válido (solo tiene un añito de nada). Si acaso, diría que a día de hoy este modo de juego está aún más presente y goza de muy buena salud. De hecho, ha habido un par de mecenazgos en España (W y El farol) que han funcionado muy bien, con una cantidad más que respetable de mecenas.
El certamen del que os hablo es simplemente un pequeño evento en el que los aficionados han (hemos) enviado las transcripciones de las partidas que han jugado a lo largo de febrero a diversos juegos de rol en solitario. O a juegos de rol «normales» a los que han jugado con motores de emulación de directores de juego (los llamados Oráculos). Hay premios para los participantes en forma de PDF o incluso copias físicas cedidas por autores y editoriales. Podéis leer las distintas partidas en la página de partidas del certamen
Desde hace un año estoy jugando a algunos de estos juegos y la verdad es que me resultan divertidos. Los hay más sencillos que el mecanismo de un chupete (como Alone Among the Stars) y otros bastante sofisticados, como Apothecaria o The Magus. Pero de lo que quería hablaros un poco es de una cierta hostilidad hacia el concepto mismo del rol en solitario. Hay mucha gente que opina que el rol es una actividad de grupo y que no tiene sentido que lo juegue una persona en su casa. Los más exaltados han llegado a decir que hay que estar un poco mal de la cabeza para jugar algo así (!), pero la mayoría de los que objetan son gente normal y lo máximo que dicen es que puede que sea una actividad divertida, pero que no es rol; el rol se juega como mínimo con un máster y un jugador, con un grupo de jugadores que comparten las labores de dirección o con un director de juego y un grupo de jugadores ;).
A cada cual su opinión, por supuesto. Pero resulta que este fin de semana estuve jugando a Onus!, un wargame diseñado por Dracoideas. Y como quería aprender a jugar para echarme unas partiditas con mi hijo el mediano (el más receptivo a este tipo de juegos) pues me decidí a probarlo por mi cuenta usando las reglas de juego en solitario. Ni que decir tiene que me lo pasé estupendamente moviendo ejércitos por la mesa. Y ganaron los cartagineses, que no dejaron un romano republicano vivo. Creo que no coloqué bien a los triarii al principio y para cuando se incorporaron al combate, el centro del ejército romano estaba hecho polvo, pero eso es otra historia.
El caso es que jugar a este wargame yo solo fue muy divertido, y recordé que es muy, muy común que los wargames incorporen reglas para jugar en solitario. Lo habitual es que los wargames se jueguen entre dos contendientes, y supongo que fuera de los clubs puede llegar a ser algo complicado encontrar a alguien que quiera tirarse una tarde completa moviendo figuritas por la mesa de juego. O quizá sí es común, si las cifras de aficionados a Warhammer nos dan una pista. Pero el caso es que muchos, muchísimos wargames clásicos, sobre todo los basados en mapas hexagonales y piezas de cartón, incluyen una versión para jugar en solitario.
Quizá sea porque es una afición con pocos jugadores y las edioriales hayan encontrado en el modo solitario una forma de seguir vendiendo juegos a los aficionados. Y un modo de que estos puedan seguir disfrutando de su afición tan tranquilitos.
De algún modo, siento que hay un atractivo en jugar a wargames usando este tipo de herramientas, muy similares a los oráculos que os comentaba antes. Una especie de satisfacción por ver cómo se desarrolla una partida jugada a tu ritmo, con incertidumbre y emoción. Y la posibilidad de probar estrategias, ver distintos enfoques, conocer un juego, y todo a tu ritmo.
Y aunque a muchos les cueste admitirlo, nuestra afición deriva de los wargames. Al menos el D&D, en su encarnación primigenia. Pero hasta cierto punto también es así para todos los juegos de rol, que son un modo de simular la realidad, o una cierta concepción de la realidad. Incluimos sistemas de juego para añadir incertidumbre y sorpresa a nuestras partidas, pero tanto en el wargame como en el rol lo que queremos es vivir por un momento otras vidas, ya sean las de un general o las de un aventurero. Y le metemos reglas y un sistema de juego para que el resultado no esté prefijado y no consista únicamente en nuestras ensoñaciones. Para eso, podríamos simplemente escribir relatos.
Y si los wargames en solitario siguen siendo wargames, la verdad es que no veo por qué los juegos de rol en solitario van a dejar de ser juegos de rol. De acuerdo, no hay otros jugadores interpretando contigo, pero sí estás interpretando un rol, sí hay un sistema de juego y sí existen la mayoría de las cosas que uno esperaría de un juego de rol.
Porque sea una variante de un concepto ya establecido creo que no pasa nada por aceptar que es un modo de jugar como otro cualquiera, con sus diferencias, sus ventajas y sus inconvenientes. Y, como siempre, jugar a una cosa no evita que se pueda jugar a otras. La variedad lo único que hace es dar más opciones, no restar. Excepto tiempo, ese escasísimo e irremplazable recurso ;).
Saludetes,
Carlos