Hace unos días me ha escrito una persona que está realizando un trabajo académico sobre juegos de rol de los 90. Me ha hecho un par de preguntas sobre RuneQuest y Glorantha y, bueno, no me he podido resistir a escribirle una respuesta kilométrica de las mías. Espero que le sea de utilidad. Una de las preguntas trataba sobre por qué Glorantha se define como un mundo «de la Edad de Bronce». Es cierto que en los libros que nos llegaron a España esto no estaba realmente muy claro; algunas cultura parecían tipo romanos o así, pero había muchas tipo vikingos (los orlanthis) que asociamos con la Edad Media, culturas «exóticas» que parecen emular a China, Mongolia o África y que no asociamos a la antigüedad (por desconocimiento) e incluso las culturas malkionitas que, vistas sobre todo a traves de los dibujos del suplemento Genertela, son puramente medievales, con sus castillos, sus caballeros y sus obispos.
Sin embargo, el RuneQuest original (la segunda edición en realidad) sí que parecía más centrado en culturas tipo la Edad de Bronce. Y la actual versión de Glorantha, descrita en el último RuneQuest de Chaosium, definitivamente es un mundo con una estética de la Edad de Bronce, incluso para la cultura malkionita, que ya no tiene pinta de medieval. Si acaso, podría recordar en algunos aspectos a la cultura bizantina.
En cualquier caso, pensar en Glorantha y su supuesta Edad de Bronce me ha hecho pensar en lo mucho que me atraen los mundos basados en la antigüedad occidental. Lo que se ha venido a llamar el género de «Espada y Sandalia» (Sword and Sandal), como una especie de variante sobre la «Espada y Brujería»(Sword and Sorcery). Mundos llenos de sacerdotes, dioses, monstruos, filósofos, legiones, mármol y trirremes.
Creo que gran parte de mi fascinación por esta época viene precisamente de RuneQuest. Aunque la versión del juego que nos llegó a España no se centraba demasiado en Glorantha (no al menos en todos sus suplementos) sí es verdad que incluía reglas que encajaban muy bien en este subgénero de la fantasía. Los sacerdotes y los templos que rodeaban a la magia divina te hacían pensar en adoradores de Zeus, Odín, Anubis o el Dagda. Los chamanes y la magia espiritual evocaban imágenes de hordas nómadas y tribus de la Edad de Hielo (¡aún más antiguos que la Edad de Bronce!). Hasta la hechicería me evocaba más a brujos de los que salían en los tebeos de Conan que a Merlín. Los mundos que uno se podía crear con RuneQuest podían ser medievales, pero de algún modo parecía más apropiado irse un poquito más atrás en el tiempo.
Sin embargo, creo que mi interés por esto período viene de más atrás. Ya he comentado en alguna ocasión que el primer libro que saqué de la biblioteca pública de mi pueblo fue uno sobre mitos griegos. «Dioses y Héroes de la mitología griega» creo que se llamaba. Allí leí sobre Zeus y los dioses olímpicos, sobre Jasón y los Argonautas, sobre Hércules y la guerra de Troya y sobre Odiseo (Ulises), mi héroe griego favorito. Ese libro formaba parte de una colección, de la que leí otros que se centraban en los mitos de los vikingos, de los aztecas o de muchas otras religiones, pero creo que la griega continúa siendo mi favorita. Recuerdo hasta la portada, con una bestial Medusa enfrentándose a Perseo.Otro de los libros que recuerdo que me impresionaron de joven fue Aníbal, de Gisbert Haefs. Puede que fuera la primera novela histórica que leí. Y si no fue la primera, fue sin duda la que me produjo una mayor impresión. Trata sobre las guerras púnicas entre los cartagineses y los romanos, centrado en la historia de Aníbal contada desde los ojos de su banquero (!), que le acompaña en sus distintas campañas. Lo que más recuerdo de este libro eran los pequeños detalles sobre las distintas culturas que se van encontrando: los cartagineses, los númidas, los íberos, los griegos... todas esas personas vivían en un mundo a la vez muy distinto al nuestro pero también cercano. Me sigue resultando una lectura fascinante que revisito en ocasiones. Después de este libro llegaron Sinuhe, el Egipcio, la trilogía sobre Alejandro Magno de Valerio Massimo Manfredi o las obras de ficción y ensayo de Robert Graves como Yo, Claudio, Los Mitos Griegos, La Diosa Blanca o uno de mis preferidos, El Vellocino de Oro.
Creo que otra gran influencia fueron los tebeos de Conan que me leí de pequeño. Y, en menor medida, las novelas de las que salieron. Porque aunque es cierto que la Edad Hiboria en la que están ambientadas sus aventuras es un mundo de espada y bruería, y que hay reinos que se describen muchas veces de un modo que les da un aire «medieval» (sobre todo Aquilonia), la idea que siempre me quedaba al leer estos cómics es que las culturas me parecían más de la antigüedad. Mis cómics de Conan el Bárbaro, desde el número 1 hasta el 100 de la colección original, son pequeños tesoros muy inpiradores para mí.
Mucho más recientemente he podido disfrutar de un juego de tablero que me transporta también a un mundo de la Antigüedad, que no es otro que el famoso Seven Wonders. Es un juego al que le he dado mucha caña; no en vano nos tiramos años jugando en el curro una partidita a la hora de la comida. Pero sin entrar en detalles sobre la mecánicas o sus virtudes como juego que engancha y funciona (y que se puede jugar en media hora), una de las cosas que más me gustan son las ilustraciones de las cartas. Porque aunque no lo parezca, el mundo que presentan es como el de la Antigüedad, pero una especie de «Antigüedad fantástica» que a mí me resulta muy evocadora. Históricamente se ven cosas que no encajan en el pasado de nuestro mundo, pero que creo que sí funcionarían en una versión fantástica del mismo.
A mí siempre me han gustado también las novelas de viajes, y de hecho suelo disfrutar mucho de juegos de rol y suplementos que tratan sobre expediciones, viajes y comercio. Dame una campaña o aventura que trate sobre explorar desiertos, selvas, tundras o archipiélagos ignotos y me tienes ya atrapado. Sé que todo eso se puede jugar también en una ambientación medieval, pero me da la impresión de que encaja mejor en algo tipo «espada y sandalia» porque esos mundos, no sé por qué, me resultan más grandes y esplendorosos. Las batallas medievales están bien, con sus cientos de caballeros cargando contra cientos de soldados de a pie... pero donde se ponga un ejército de miles de hoplitas, que se quiten las pequeñas batallitas de los medievales xD.
El mundo antiguo me parece más grandioso, y recuerdo siempre algo que creo que le leí por primera vez a Jorge Coto (Tiberio) de HTPublishers: el mundo ya era antiguo en la Antigüedad. Los miles de años de la historia de Egipto me resultan fascinantes solo por el peso del tiempo que manifiestan sus monumentos, sus dioses o sus docenas de dinastías.
Hay que tener en cuenta que a mí la «fantasía medieval» también me gusta. Prueba de ello es esa campaña de Pendragón que tanto he disfrutado dirigiendo (¡no se puede ser mucho más medieval que el Rey Arturo!). Pero la Antigüedad me llama, con sus filósofos y sus sacerdotes, sus ejércitos de miles de soldados avanzando en formación, sus islas, bosques y páramos desolados, habitados por las sombras de los dioses y los monstruos. Mundos en los que hay sus propias versiones de las Pirámides, la Biblioteca de Alejandría o el Coloso de Rodas. Las intrigas, los juegos de poder y la cultura parecen encajar en las ciudades de la Antigüedad, mientras que los monstruos, los dioses y los héroes parecen medrar a medida que nos alejamos de las ciudades de los hombres. Y el mundo antiguo parece más grande, más salvaje, más primario.
Siempre que he querido crear algo original (si es que eso es posible) me he visto arrastrado a imágenes de la antigüedad y los grandes imperios anteriores a los romanos. Al final, terminas jugando a muchas otras cosas, pero siempre vuelvo a esta idea. Supongo que todos tenemos nuestras ambientaciones fetiche ;).
Saludetes,
Carlos