Para cuando leáis esta entrada (salvo aquellos noctámbulos que leen - o escriben - a las tantas) habrá terminado el Kickstarter de Star Patrol: Carrier Command, una campaña de Christopher Ferguson para crear un pequeño juego de tablero en el que dos grandes naves espaciales se envían la una a la otra oleada tras oleada de cazas para destruirse mutuamente. Es un pequeño juego, un microjuego, que se envía por el ridículo precio de 3 dólares a cualquier parte del mundo. ¿No lo conocíais? Pues ya tardabais; mola un montón.
Christopher Ferguson ha hecho más juegos de este estilo, como "Lord of the Dead" o "Star Patrol", pero son mucho, mucho más caros... 11 dólares, incluyendo gastos de envío ;).
Y resulta que estos juegos me provocan un inmenso placer tanto en su planteamiento como después, cuando los juego. Más placer que la última superproducción de tablero de 80 eurazos. La razón es que es la obra de un soñador loco. En este caso, un soñador que ha decidido revitalizar el concepto de "microgame" que popularizó la empresa "Metagaming Concepts" a finales de los 70: juegos baratos y divertidos que se enviaban en una bolsita. Uno de estos juegos fue "Ogre", creado por Steve Jackson, el autor de "GURPS", una obra maestra de los juegos de rol.
Más allá de que me puedan gustar más o menos los microgames (me gustan), lo que más me gusta de todo este asunto es que el señor Ferguson se ha liado la manta a la cabeza, se ha puesto a crear de nuevo este tipo de juegos, y ha conseguido un público.
Os pongo otro ejemplo de un tipo de producto que me encanta: las aventuras y juegos que está haciendo la gente del "movimiento OSR". Sí, los de los retroclones: "Labyrinth Lord", "Swords & Wizardry" o, sin tener que irnos al otro lado del charco, "Aventuras en la Marca del Este". Del concepto de la OSR ya hablé hace tiempo (en Lo que me enseñó la OSR, así que no me extenderé de nuevo en definir lo que supone, pero sí os comentaré algo sobre lo que me he comprado últimamente y que tiene que ver con este estilo: "A Red & Pleasant Land", "Barrowmaze", "Scenic Dunnsmouth" o los "Clásicos de la Marca". Todos ellos son aventuras escritas por un autor que se lía la manta a la cabeza, se pone a dibujar dungeons (o lo que se tercie), comienza a poner monstruos, trampas, objetos mágicos, le pone dibujos lo más guays que puede (a veces se deja la pasta en contratar a un ilustrador de verdad) y lo sube a Lulu, a DriveThruRPG o convence a James Raggi de que se lo edite en bonito.
Pero ojo, lo que más me gusta de estos productos no es que sean "el viejo D&D de toda la vida, como lo jugaban los omvres de verdad en los Viejos Buenos Tiempos". No. Eso me gusta, igual que me gusta el concepto de los microjuegos. Pero lo que de verdad me gusta, lo que me llama más la atención de estos juegos es que son, de nuevo, la obra de un loco soñador.
Os podría poner más ejemplos, incluyendo videojuegos indies que usan pixel art y que montan tres programadores en su pequeña empresilla, o juegos en formato Print & Play puestos en Paga Lo Que Quieras aquí o allá o muchas más obras que son la obra de locos soñadores.
Creo que ya sabéis por donde voy (sois chicos y chicas listos): estas obras que a mí me gustan se diferencian de la última megaaventura de "D&D5" o del último superjuego de tablero de "Fantasy Flight Games" en que no son algo creado por una docena de personas currando en comité para crear un producto alucinante. Porque sí, no niego que el acabado gráfico y hasta las mecánicas o las historias de las "grandes superproducciones frikis" son la leche. Pero lo que crea un soñador medio loco en su casa es una obra personal. Es artesanía, no un producto industrial. Es, en su mayor parte, algo creado con amor, con pura creatividad. Y que, además, parece al alcance de cualquiera de nosotros. Algo a una escala humana. Algo que puede crear una única persona, con su esfuerzo.Quizá la afinidad que siento por este tipo de productos se deba a que soy una persona pequeña con sueños pequeños, y me gusta ver cómo los pequeños sueños de otras personas, muy similares a los míos, se terminan materializando en algo real, y que nos llegan a todos aquellos que estamos atentos a estas pequeñas dosis de belleza.
También puede ser que, simplemente, con la edad me esté haciendo un sentimental ;).
Saludetes,
Carlos